Dylan Patel lo ha clavado. Dice que nunca pagó por Netflix ni HBO porque siempre parasitó cuentas ajenas, pero que ahora tiene suscripciones a ChatGPT, Perplexity y Gemini. Y sin compartirlas con nadie.

Llevamos años viendo a Netflix, Disney, Spotify y compañía fijando límites de dispositivos, verificación domiciliaria, códigos SMS para comprobar que eres quien paga, geolocalización para confirmar que vives donde dices vivir.

Todo un aparato de vigilancia para evitar casos en los diez familiares disfrutan lo que solo uno paga. Hay mucho dinero gastado en tecnología anti-compartición, han erosionado la experiencia. Y aun así, las cuentas se siguen compartiendo. Total, qué más da que tu cuñado sepa que has visto ‘El Juego del Calamar‘ este finde.

Con la IA generativa no hace falta ningún sistema de control. La vergüenza hace todo el trabajo sucio:

Nadie quiere que un compañero descubra que le pregunta a ChatGPT hasta cómo redactar un triste correo de tres líneas.
Nadie quiere que su pareja lea las conversaciones a las dos de la madrugada donde le consulta qué hacer ante una duda vital e íntima.

El historial de una cuenta de ChatGPT o Claude es un diario íntimo, profesional y personal a partes iguales. Un registro de muchas inseguridades disfrazadas de prompts.

Hace poco pasó algo demasiado revelador: cuando OpenAI se cargó GPT-4o por la llegada de GPT-5 hubo una pequeña revuelta. Demasiada gente se había acostumbrado a un chatbot más cálido y empático (quizás más servil y complaciente), y no quería perderlo. OpenAI tuvo que recular.

Había gente confesando sin pudor que necesitaba recuperar a su confidente digital, a ese amigo imaginario que será imaginario pero no juzga ni bosteza. Al que siempre tiene tiempo y es capaz de recordar cada detalle de conversaciones anteriores. El amigo imaginario del siglo XXI.

Las plataformas de IA han han descubierto el modelo de negocio perfecto: no necesitas gastar dinero en candados cuando la gente prefiere pagar antes que admitir hasta qué punto depende de una máquina. O dejar que otros vean sus intimidades.

Netflix, Spotify y el resto seguirán invirtiendo mucho en complicar la vida de quien comparte su cuenta. OpenAI solo necesita que sigas creyendo que nadie más habla con ChatGPT como tú lo haces. Y tienen razón: probablemente nadie más le pregunta las mismas cosas vergonzosas que tú. Por eso ninguno compartimos la cuenta.

En Xataka | ChatGPT ha sido una herramienta. Si empieza a recordar todas nuestras conversaciones, va a ser otra cosa: una relación

Imagen destacada | Solen Feyissa


La noticia

El streaming lleva años persiguiendo las cuentas compartidas. La IA no tiene ese problema: nuestras conversaciones nos avergüenzan

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Javier Lacort

.